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El largo luto de los Tupper
En esta entrevista de diciembre de 2013, Andrés Tupper, se refirió por primera vez, públicamente, a la muerte de su hijo Raimundo, ocurrida 18 años antes. Una nota profundamente humana, escrita por la periodista de El Mercurio, Carla Mandiola. La fotografía es de Sergio López.
Junto con traer a la memoria esta entrevista, “Haces Falta” envía un afectuoso saludo a la familia Tupper - Lyon.
Ese día, nadie entró a su oficina. Andrés Tupper podía ver cómo en Aconex, la exportadora de frutas donde trabajaba, la gente murmuraba y lo miraba a lo lejos. Tenían una radio y sabían lo que había pasado. Él, no. La secretaria le dijo que entrara a la oficina. Allí, su jefe, quien siempre estaba sentado en su cómodo sillón de cuero, esta vez estaba parado, con los brazos cruzados. Le avisó que sus cuñados estaban en la oficina de al lado y ahí, la duda se convirtió en miedo. La razón de las miradas de sus compañeros era Raimundo Tupper, su hijo menor, 26 años, futbolista, depresivo como él. El 20 de julio de 1995, a 5.090 kilómetros de Santiago, Raimundo decidió esquivar el desayuno en el hotel Centro Colón, en San José de Costa Rica, y subir al noveno piso. Ese día, en una oficina que no era la suya, Andrés Tupper lloró solo, por dos horas seguidas.
Andrés Tupper, 81 años, camisa manga corta y corbata azul, revisa en su departamento en Las Condes los álbumes de fotos que su hijo Raimundo hizo hace veinte años. En las fotos él está en distintos países, con amigos, solo, jugando fútbol o sin su uniforme. En todas sonríe. Lo más llamativo en el living donde Andrés Tupper está sentado es un retrato de Raimundo -pintado por su sobrina Ana María-, las fotos matrimoniales de los cuatro hermanos de Raimundo y una biblia más grande que la mesa que la sostiene.
La noche anterior, Andrés Tupper durmió cinco horas y media. Universidad Católica, el equipo de fútbol cabecera de todos en su familia, perdió por penales frente a Deportes Iquique. Y ese día, al igual que la mayoría, Andrés llegó solo al Estadio San Carlos de Apoquindo en su Nissan Tiida, se sentó cerca de la banca de su equipo, miró la cruz blanca en honor a Raimundo, se emocionó al oír el cántico donde nombran a su hijo, sufrió el partido y se devolvió a su departamento, donde vive solo. Al llegar, fumó los últimos tres cigarrillos que le quedaban.
En esta foto, Raimundo aparece con ese cantante medio comunista. En la imagen, su hijo abraza efusivamente a Joan Manuel Serrat. La foto la tomó en un viaje que hizo con cuatro amigos a Cuba, donde intentó encontrar a su otro gran ídolo musical: Silvio Rodríguez.
No sé dónde los conoció, pero era fanático. Tengo todos los casetes que Raimundo tenía de Joan Manuel Serrat, no sé por qué no los he botado. A Raimundo le interesaba la música, la literatura y también la política.
El "Mumo" no militó en un partido, pero le interesaba la contingencia. Votó por el No, Aylwin y Frei -dice su hermana, Patricia.
Andrés Tupper, en cambio, fue parte de la campaña presidencial de Jorge Alessandri en 1958 y todavía guarda una carta que él escribió para agradecerle su ayuda. En 1999 apoyó a Joaquín Lavín en su campaña y 10 años después pensó en trabajar por Sebastián Piñera, pero no pudo porque su señora, Patricia Lyon, se enfermó.
Mi mamá tuvo cáncer de mamas, luego se ramificó al hígado y al final tuvo un problema cerebral -recuerda Andrés Tupper hijo, ex dirigente de la UC y hermano mayor de Raimundo.
En 2010, Patricia murió. Para tratar de paliar la soledad, el padre de Raimundo fue a clases de canto por un año con Alicia Puccio. Gracias a eso, ahora va los jueves a los karaokes del Club House de la Universidad Católica. Ahí canta sus favoritos: Frank Sinatra y José Luis Perales. En ese mismo lugar juega tenis tres veces a la semana y se entrena en las máquinas del gimnasio.
Por nueve años, Andrés Tupper padre también jugó en la Universidad Católica, pero, a diferencia de su hijo, rechazó integrar el primer equipo. Estaba comenzando a trabajar en el Banco Central, no tenía estudios universitarios y quería comenzar una familia.
Andrés Tupper y Patricia Lyon prometieron nunca ir a Costa Rica. No querían estar en el lugar donde su hijo se suicidó, ni tratar de entender por qué lo hizo. Pero en 2011 Andrés tuvo que romper la promesa. Él y su hijo Andrés fueron invitados a un homenaje a Raimundo en San José.
Me obligaron a ir, yo no quería. Los dirigentes de la Católica nos pidieron que fuéramos parte de la ceremonia. Cuando estábamos allá, la gente del hotel nos dijo que nos lleváramos la placa conmemorativa de Raimundo. Estaba en la entrada y las personas le ponían flores. Les dije que no me la iba a llevar, decía que ahí había caído Raimundo Tupper y era muy grande como para traerla.
El embajador chileno Gonzalo Mendoza ofreció dejar la placa en la embajada de Costa Rica y Andrés Tupper aceptó. Antes de regresar, vio el partido amistoso que no se pudo realizar por la muerte de Raimundo, donde la U. Católica perdió con Deportivo Saprissa.
¿Cree que cerró un proceso al ir a Costa Rica?
Cuando pasó todo esto, con la Patricia dijimos que nunca íbamos a ir, pero todos me dijeron que fuera. Cerré un capítulo. Fue muy tremendo estar en el lugar donde pasó lo que pasó y ver la lápida. Recuerdo que estábamos afuera del hotel y no había nada preparado. Se empezó a juntar gente, porque estaban todos los jugadores de la Católica. No sabíamos qué hacer y canté "El Señor es mi pastor". La cónsul me pedía que rezara. Comencé con el Padre Nuestro, Ave María y volví a cantar "El Señor es mi pastor"
¿La religión le ayudó a superar la pena?
Soy muy creyente, voy a misa los domingos y a veces los viernes. Cuando murió mi mujer, le pregunté a un primo, el padre Benito, que está a cargo de los benedictinos, si podía vivir ahí por un tiempo, hasta que me acostumbrara a estar solo. No quería llegar a la casa solo. Pero, sí, la religión me ha ayudado mucho. Uno cree en la otra vida y mantiene la esperanza de que se va a encontrar con las personas que se fueron.
Hasta 1995 la familia Tupper Lyon vivió en un departamento en la calle Príncipe de Gales. El único de los cinco hijos que no estaba casado y seguía en el mismo techo de sus padres era Raimundo. Nadie sabía lo severa de su depresión, hasta que un día le confesó a su familia que no se sentía bien.
¿Qué les dijo Raimundo?
Nos dijo muchas veces que no se quería quedar solo con el fútbol, que quería entrar a la universidad, que quería ser más. Le dije que se saliera del fútbol y cuando vi que venía el viaje a Costa Rica, fui más enfático. Él había tenido una crisis depresiva antes y (Manuel) Pellegrini (entonces DT de la UC) llamó a mi cuñado, Germán Lyon, presidente de la Católica, y le dijo que Raimundo estaba muy bajo de peso, no estaba jugando bien, no estaba con fuerza y que no lo iban a llevar a Costa Rica.
¿Qué medidas tomaron?
Empezamos a preocuparnos con la Patricia, pero a ella no le gustaba el psicólogo que trataba a Raimundo. Él nos dijo que quería seguir viéndolo, que lo dejáramos elegir. Patricia decía que tenía que ver un psiquiatra. Raimundo siempre trató de evitar que nosotros nos diéramos cuenta del tipo de problema que tenía, no nos habló del tema. Para nosotros era muy fregado, porque nos bloqueaba la posibilidad de ayudarlo.
Patricia, hermana de Raimundo, recuerda:
Le dijeron al "Mumo" que tenía que internarse en una clínica psiquiátrica, pero él no quiso, porque le daba miedo que la prensa se enterara. En ese tiempo la depresión era tabú, nadie hablaba de eso y menos lo entendían.
Recuerdo que el "Mumo" llevaba tres semanas separado del plantel. Yo estaba en Buenos Aires y mi mamá me pidió que me devolviera porque Raimundo tenía depresión. Yo no entendía nada. Estuve un día entero hablando con él y no logré entenderlo. Fuimos al psicólogo y habló de la negación del yo, pero seguía sin entender -recuerda su hermano Andrés.
¿Qué hicieron para apoyarlo?
Dos semanas antes del viaje a Costa Rica nos fuimos los cuatro hermanos a Zapallar. Nos reímos harto, pero no hubo cómo sacarlo de su pozo. Estaba muy triste. A veces se reía de los chistes, a veces contaba tallas, pero de repente se apagaba. Nos entregó una bolsa con pastillas. Raimundo no tomaba remedios porque el doppingantes de los partidos podía darle positivo. Contó que en 1992 tuvo depresión y que a punta de fuerza de voluntad se recuperó. Nos dijo que necesitaba ayuda, pero fue un poco tarde.
Por 10 días, Raimundo se fue a vivir a la casa de su hermano Andrés. Llevaba tres semanas separado del plantel y se le informó a la prensa que tenía problemas gástricos. Cuando Raimundo se enteró de que quizás no iría a Costa Rica, decidió comer más y entrenar. En pocos días subió los kilos necesarios y su ánimo cambió. Fue ahí cuando Pellegrini aceptó que fuera.
Yo le dije a Raimundo que quería hablar con Pellegrini sobre el viaje y la depresión, pero él me dijo que no lo hiciera, porque tenía 26 años y estaba grande -dice Andres Tupper padre-. Yo creo que en la Católica sabían de la depresión de Raimundo, pero no sabían lo grave que era, porque Raimundo no expresaba sus problemas, aparentaba que todo estaba bien.
¿Qué le pareció la decisión de Pellegrini de convocarlo?
No lo discutí mucho, pero yo para callado no quería que fuera. Lo hablé con mi hijo y con Patricia. Llamé a Rodrigo Labarca, un gran psicólogo que me trató a mí, y le expliqué el problema. Ofreció atender a Raimundo a las 9 am, para que nadie lo viera. Llegó el día de la consulta, desperté a Raimundo y no quiso ir. Recuerdo que cuando se fue a Costa Rica, se despidió temprano. Lo vi con su uniforme de la Católica, se veía fantástico y se fue feliz en su auto, que dejó en el aeropuerto.
Andres Tupper hijo:
Yo me acuerdo que la última vez que hablé con él fue por teléfono. Le dije que me iba de viaje a Perú y quería verlo, que fuera a mi casa. Nunca llegó. Mi señora me avisó al día siguiente que Raimundo llegó con un bolso lleno de ropa Reebok, su auspiciador, y con recuerdos de viajes anteriores. Después me enteré que hizo lo mismo con todos mis hermanos.
Tupper padre escucha la historia de su hijo, y lo interrumpe.
Yo no sabía nada de esto. Esto me pega fuerte, porque yo sé que traje la enfermedad a la familia. Hace poco tuve otra depresión, he tenido cuatro en mi vida. Es un problema de balance químico, somos tantos los que tenemos que vivir con el litio. Yo sabía que había traído el problema a la familia.
Tupper hijo:
Ahora sabemos que Raimundo quiso hacer lo que hizo en Costa Rica, lejos de nosotros. Es normal sentir culpa, es parte del proceso. Yo tuve por mucho tiempo culpa, porque tuve a Raimundo en mi casa, sentado y no pude alcanzarlo y eso es algo que no te vas a perdonar muy fácil. La muerte de un hermano es dolor físico, te duele algo y no puedes entender cómo seguir con ese dolor. Pasas por todos los procesos, la pena, la culpa, la rabia, hasta que comienzas a disfrutar los momentos que pasaste con él y agradecer haber sido su hermano.
En una pequeña pieza en el ordenado departamento de Andrés Tupper padre están las copas, medallas y la placa que la UC hizo en honor a Raimundo. Pero la última pieza donde él vivió, en Príncipe de Gales, nunca más la vieron luego de su muerte. Andrés y Patricia decidieron vender el departamento para tratar de disminuir la pena. El nuevo departamento que compraron, en un barrio de Las Condes, es donde ahora Andrés vive solo. Tres veces a la semana una nana limpia el departamento y cocina. Pero el resto de los días tiene que lavar, planchar, limpiar, preparar almuerzo.
Mis hijos me convidaban a almorzar los sábados y domingos. Pero en la semana es distinto. Salgo a tomar café con mis amigos, juego tenis, pero estoy solo y es terrible acostumbrarse a la soledad.
¿Ha soñado con Raimundo?
Solo una vez he soñado con él. Me acuesto siempre con la idea, pero no pasa. Es como un castigo divino.
Fuente: Mandiola, Carla; fotografía: Sergio López I. El largo luto de los Tupper. Santiago: El Mercurio, revista El Sábado, 2013 [fecha de consulta: 12 septiembre 2016]. Disponible en: El Mercurio